MANTRA ILAHA ILALAH-ALAHU- SATSANG CON MOOJI
Mooji Music. Allahu-13.06 min
Con Mooji
Al inicio mujer hindu canta alguna plegaria luego entra alahu
rápido
Acompaña tabla, clarinete , bien mayo 2016
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La ilaha illallah- 3.57 min
Mujer con tambor le
canta a Mooji
Publicado el 24 feb. 2016
Om Sri Satguru Mooji Baba
Namaha
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Allah he- 8.50
Allah Hu er Rahman er Rahim Allahu
ekber....
Con Mooji- lenta
flauta mujer canta …
marzo 2015 en santsang en vivo en Rishikesh
Publicado el 12 abr. 2015
Om Sri Moojiji ki Jai
Recorded live from Rishikesh open Satsangs on 15th Mar, 2015
Full Satsang can be viewed here: http://mooji.tv/freemedia/my-highest-..
Recorded live from Rishikesh open Satsangs on 15th Mar, 2015
Full Satsang can be viewed here: http://mooji.tv/freemedia/my-highest-..
http://www.webislam.com/articulos/27019-la_medicina_del_alma_el_poder_mistico_de_la_musica_sufi.html
La medicina del alma: El poder místico de la música sufí
Cuenta una vieja leyenda oriental que, en cierta
ocasión, un músico de reconocida reputación fue conducido una noche, muy a su
pesar, a una reunión cortesana, a fin de amenizar la velada con su arte
musical, al parecer sublime. Para comenzar, aquel músico, cuya identidad luego
revelaremos, interpretó ciertas melodías que causaron la hilaridad de un
auditorio fatuo y jactancioso. Más tarde, atacó unos sones tan tristes que
consiguieron arrancar el llanto de los allí presentes. Finalmente, concluyó con
algunas piezas selectas que durmieron al respetable, momento éste que el
músico, verdadero mago del sonido, aprovechó para desaparecer sin ser visto de
aquella reunión de gentes intrigantes, envanecidas por la celebridad.
La leyenda, cuyo protagonista no es otro que el
célebre filósofo -a parte de excelente músico, como ha quedado visto- Abú Nasr
al-Farabí (m. 960), autor de Kitâb-ul-musîqa-l-kabîr, El gran libro de la
música, subraya la influencia que la música puede llegar a ejercer sobre el ser
humano en un momento dado. La música no constituye un mero entretenimiento, ni
es tampoco un medio de comunicación o de transmisión de significaciones, de ahí
que muchas veces sea más importante el cómo se dice -o canta- que el qué se
dice -o canta-. La estética musical en tierras del Islam siempre ha estado muy
alejada de la concepción europea del arte por el arte. El primer grado de la
música pensada y hecha por musulmanes hace referencia a las emociones, a los
sentimientos, a los afectos. Para los teóricos árabopersas de la música, ésta
posee una gran capacidad movilizadora -¿acaso emoción no significa poner en
movimiento?-. Es, en este sentido, en el que hablamos de la música sufí en
tanto que tibbu-l-aruah o verdadera medicina de las almas.
El poder de la música, incluido su poder terapéutico,
es una cuestión que ha suscitado una amplia reflexión intelectual desde fechas
bien tempranas. Ya los antiguos griegos, de Pitágoras y su fecunda escuela de
seguidores, a Platón -la formación musical constituye uno de los temas
recurrentes de La república- y Aristóteles, realizaron notables aportaciones a
propósito de de la naturaleza del sonido y sus efectos sobre las emociones, el
carácter, el comportamiento y también, por supuesto, la salud.
Pero, si hoy tenemos noticia de dicho legado clásico
es gracias a la intervención mediadora de los hombres de ciencia del Islam
medieval, árabes y persas en su gran mayoría. Durante la Edad Media, la música
comienza a adquirir valor en tanto que objeto relevante de interés intelectual
a medida que van vertiéndose al árabe, la lengua de conocimiento entonces, el
viejo saber musical griego a pique de perderse.
Con todo, la labor de los sabios musulmanes no se
limitó, en modo alguno, a una función de mera traslación mimética de todo
cuanto recibieron de los griegos, principalmente, pero también de otros
pueblos, como a veces se ha afirmado un tanto injustamente. Muy al contrario,
aumentaron, modificaron, corrigieron y, en muchos casos incluso, arrojaron
nueva luz sobre determinadas disciplinas del saber, como es el caso, precisamente,
de la teoría musical, tal como bien ha apuntado el musicólogo Amnon Shiloah.
El advenimiento del Islam y su posterior contacto con
otras tradiciones tanto antiguas como contemporáneas, implicará una nueva
concepción general del saber. Las denominadas ciencias de los antiguos, también
consideradas ciencias mundanas, incluían, entre otras, la lógica, las
matemáticas, la medicina, la física y, por supuesto, la música. Sin embargo, en
la práctica generalidad del contexto islámico medieval, con la única excepción
del polígrafo andalusí Ibn Hazm de Córdoba, tanto en la clasificación de las
ciencias del citado al-Farabí, como en Ibn Sina o en los Hermanos de la
Pureza (Ijuán as-safâ), la música no aparece como un saber independiente,
sino que está incluida siempre en la ciencia matemática. Efectivamente, así
como la poesía se enmarca en el campo más amplio de las ciencias del lenguaje,
la música, que une destreza técnica e influencia en el psiquismo humano, forma
parte de las matemáticas, junto a la aritmética -¡la ciencia del ritmo!, la
geometría y la astronomía.
Pero, a pesar de todo lo dicho, no podemos ocultar la
ambivalencia que el arte y la ciencia musicales han tenido y tienen en el
ámbito del Islam. En efecto, la oposición al hecho musical por parte de un buen
número de juristas de ayer -y también de hoy- ha sido frontal. De hecho, la
polémica en torno a la licitud o no de la música ha sido y es un tema
recurrente desde los albores mismos del Islam. Quizás el más conocido entre los
detractores de la música sea el teólogo Ibn Taymiyya (m. 1328), quien recogió
sus diatribas antimusicales en su hiriente Kitâbu-s-samâ ua-r-raqs (El libro
de la audición y de la danza), un duro alegato contra las prácticas
musicales y psicofísicas empleadas por algunas escuelas sufíes. Pero también la
literatura apologética ha tenido sus ilustres representantes, como es el caso
del místico sufí Abd-ul-Ganí an-Nabulusí (m. 1731), cuya obra Prueba
convincente de que es permisible escuchar instrumentos musicales constituye
toda una defensa de las prácticas de la tariqa maulauiyya de los derviches
danzantes, inspirada por el poeta persa Hazrat Maulaná Rumí (m. 1273).
Es, precisamente, Rumí quien nos dice en uno de sus
hermosos poemas:
“En el sama -o audición espiritual- los derviches
escuchan otro sonido
que proviene del trono divino.
Tú sólo oyes la forma de la música,pero ellos poseen otro oído”.
que proviene del trono divino.
Tú sólo oyes la forma de la música,pero ellos poseen otro oído”.
Será también Rumí quien afirme: “la música es el
sonido de las puertas del paraíso al abrirse”.
Los músicos y su arte, esa verdadera medicina del
alma, han hallado refugio frente al rigorismo de los fanáticos, hombres de
corazón seco y oreja dura -¡y nunca mejor dicho!- en dos espacios: en primer
lugar, en el ámbito íntimo de las janaqas derviches, lugares donde se comparte
una misma pasión por la divinidad, y también, en el palacio, al amparo de
príncipes melómanos.
Sin ánimo de ofender y tampoco de exagerar, me
atrevería a decir que no hay espiritualidad sin música. Toda búsqueda
trascendente pasa por el corazón, ese lugar insondable donde mejor y más fuerte
late el pulso de Al.lah. Y a la habitación del corazón se entra por la puerta
del oído.
Jalil Bárcena es Director del Institut
d’Estudis Sufís de Barcelona
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